domingo, 17 de agosto de 2014

Sur

La ciudad duerme. Las luces de las farolas y el fluido de los coches es como la sangre, tan imperceptible que el poco ruido que hacen se desvanece en el silencio. Nadie está allí para observarlo, salvo unos pocos desvelados, y el hombre que está allí, subido en un árbol a la luz de la luna.

Se hacía llamar Sur. Era un nombre que, para él, era sobrio y fácil de inventar, pero para la gente de aquella dormida cuidad, era un nombre extraño e ilógico. El hombre era alto, pálido y tenía un pelo lacio y negro que le llegaba a los hombros. Vestía unos zapatos impermeables, de montaña, y unos vaqueros negros. Llevaba una chaqueta negra, de cuello alto, y con capucha. Cargaba también con un cuaderno y un lápiz que guardaba en el bolsillo. Pero, lo que más solía intimidar a los habitantes de la cuidad cuando lo veía, era la ligera espada que cargaba. Era increíblemente ligera, hecha de un metal fino como la página de una Biblia, y que era casi imposible de doblar o desafilar.

Era un hombre solitario. Viajaba a todas partes, y siempre estaba moviéndose y creando revuelo.

Mientras observaba la ciudad bajo la luz de la luna, notaba algo extraño. Una sensación de intranquilidad lo invadía.

Y el frío aumentaba. Era verano, y la temperatura bajaba. ¿Qué sucedía? Y el hombre, que había visto muchas cosas, empezó a sospechar...

Y entonces, una sombra se movió, saltando de tejado en tejado. Sus pies escarchaban el suelo que pisaba, y una oscuridad impenetrable lo envolvía.

Eso era lo que Sur había estado esperando. Rápido como el pensamiento, desenvainó su espada y saltó del árbol. Y se movió, tan rápido que no se lo podía seguir con la vista. Corrió, saltó hacia el tejado más próximo, y alcanzó a la figura. La golpeó con el puño, esperando desestabilizarla, pero no lo logró. La sombra detectó el golpe, y lo esquivó.

Las dos figuras, una envuelta en una oscuridad impenetrable, y la otra que parecía relucir a la luz de la luna, se colocaron una delante de la otra, en posición marcial. Y un segundo después, se desató el infierno.

Sur atacó primero. Hizo un golpe frontal, usando su espada para aumentar el rango del ataque de manera increíble, pero la otra figura desenvainó su propia espada, negra, y lo bloqueó.

Los golpes empezaron a resonar por todo el techo en el cual estaban apoyados. La violencia del enfrentamiento se fue acrecentando hasta tal punto que las espadas soltaban chispas. Una nube de polvo se fue posando sobre los dos rivales, hasta que fue imposible distinguirlos.

De pronto, todo acabó. La extraña figura sostenía por la nuca a Sur, mientras que con la otra mano se preparaba para ensartarlo.

Y Sur movió los labios.

Una onda expansiva se expandió desde el punto en el que Sur estaba. El tejado crujió, y los árboles se tambalearon por la potencia de un temblor que sacudió el suelo. Un ruido como el de un trueno atronó la ciudad, que fue sacada de su adormecimiento antes de tiempo.
Cansado, Sur miró a su alrededor. Estaba solo.

Sur miró hacia arriba y sonrió. Amanecía.

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