lunes, 4 de mayo de 2015

Tengo frío.

Uno, dos. Uno, dos.
No se que estoy haciendo.
Me tambaleo.
Camino.
Me duelen los pies.
Tengo frío.
¿Qué estoy haciendo?
¿Por qué estoy descalzo?
No lo sé.
Solo sé que debo seguir avanzando.
¿Por qué tengo lo ojos cerrados?
Los abro. Y el paisaje me quita el aliento. 
Altas torres, mas altas que lo que el ojo puede ver.
Amplios descampados cubiertos de nieve.
Montañas a uno y otro lado. 
¿Cómo he llegado aquí?
No lo sé.
Solo sé que debo seguir avanzando.
-¿Por qué sigues caminando?
La voz me sobresalta. Pensé que estaba solo.
Miro a uno y otro lado. No veo a nadie. Pero la voz continúa sonando, implacable, con un sonido frío y pesado como una placa de hielo.
-Solo eres un simple humano ¿Qué te hace pensar que puedes conseguirlo? ¿Por qué no simplemente abandonas?
Por alguna razón, la sola idea de abandonar hace que apriete los dientes. 
-Puede que tal  vez solo sea un humano, como tú dices. Sin embargo, yo soy un idiota. Un idiota que, sin importar lo bajas que sean las posibilidades, mientras no sean de cero, no abandonará.
Una risa glacial resuena. Sigo sin encontrar la fuente.  De hecho, ni siquiera se de donde salen las palabras que acabo de pronunciar.
Y sigo caminando, ajeno a todo, incluso a esa voz glacial.
Sigo caminando, sin importar que esté descalzo, que tenga frío, que me duelan los pies, sin inportar que me tambalee.
Camino, contra toda posibilidad, hasta que noto que choco contra algo duro y tibio.
Entonces caigo al suelo, y no recuerdo nada más.