lunes, 22 de septiembre de 2014

El viejo Nil. Introducción.

Una ligero tensión pesaba en el aire, una fresca mañana de verano, en un descampado a las afueras de la ciudad de Valladolid.

En aquel lugar, no lejos de una pequeña villa llamada Santa Cruz, existía un largo y serpenteante riachuelo, en el cual muchos animales acudían a beber. A los costados de este, crecían arbustos de bayas y fresas silvestres,  que alimentaban a muchos animales y personas que alguna vez pasaban por allí.

En este tranquilo rincón, lejos de las dulces, pero escandalosas voces de los niños que jugaban al pilla-pilla en una parcela, vivía un viejo ermitaño que en otro tiempo le habían llamado el Viejo Nil.

Nil era, a simple vista, un anciano de barba azul, sin pelo en la cabeza, vestido con una vieja túnica de gala, que caminaba apoyándose en un bastón de madera retorcida.

Nil vivía en una pequeña casa de madera, construida por él cuando era más joven, que llegaba incluso a tener un pequeño sótano donde Nil dormía.

Nil vivía en una profunda conexión con la naturaleza. Sabía ver, aquí y allá, a los grandes espíritus de los animales. La Gacela, el Oso, el Jabalí...

Muchos pensaban que el viejo Nil estaba loco, pero no era así. El tenía un conocimiento profundo de los cimientos del mundo, pero no los usaba en propio beneficio, sino únicamente con y para los demás.

Esta es la historia de Nil, y de una pequeña sombra llamada Faz, y de las aventuras que vivieron, juntos y separados.

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